Luchó contra sí mismo y se dijo que ya estaba bien. Eran muchos los frentes abiertos en su mente, muchas las historias que se entremezclaban y no le dejaban pensar ni mucho menos progresar. El escriba volvía a hacer de las suyas por mero aburrimiento, y a tales puntos habían llegado ambos que el anfitrión decidió que era la hora de sentarse y conversar:
- Te has pasado, pero hasta aquí has llegado. A partir de ahora soy yo el que pone las reglas, no tú.
- Esa es una ardua tarea, y lo sabes. No podrás, déjame ayudarte…
Sabía que no iba a ser tan fácil, que el invitado no iba a ceder tan fácilmente.
- No, no. Me ayudarás cuando decida yo que me tienes que ayudar. No tengo nada más que decir. No busco que lleguemos a un acuerdo, son las nuevas normas.
El escriba dio un paso hacia atrás, pero giró la cabeza y concluyó:
- Enhorabuena por QUERER mantener el control. Las cosas funcionan así, o no funcionan. De verdad, mis felicitaciones.
Salió por la puerta y la cerró cuidadosamente. El anfitrión no quedó extrañado, pues sabía de la misión de su invitado. Ahora todo dependía de él, y el escriba sería una ayuda si así lo solicitaba. Pero ahora mismo sólo le apetecía relajarse profundamente…
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Sobrevuelo,
paso los charcos por encima
y hasta luego.
Y si me dices que has venido,
me lo creo, y pienso:
todo me da igual.
Y aterrizo,
agárrame los pies
que no sé dónde piso.
Quiero pasar,
pero no sé quien va primero,
y no me dejan de empujar.
Quiero correr
donde sólo se puede andar.
Quiero cantar
donde no se puede ni hablar.
Quiero aparcar
donde no se puede aparcar
para poder después subir
por la escalera de bajar.
Quiero pasar
toda la noche sin dormir
leyendo un libro en blanco
que hable sobre mí.
Quiero escribir
lo que ni yo puedo escribir
para poder después bajar
por la escalera de subir.
Ya despego,
y de repente vuelvo a ver
lejos el suelo.
Me hago a la idea que me he ido
y me lo creo y pienso:
no me va tan mal.
E investigo,
ya sé que a veces no hago
todo lo que digo,
pero resuelvo siempre
bajo el aguacero
aunque me tenga que mojar.
Quiero correr
donde sólo se puede andar.
Quiero poder
pintarme alas y volar.
Quiero escalar
lo que ni yo puedo escalar
para después poder reir
con los motivos de llorar.
Quiero pasarme
todo el día sin dormir
leyendo un libro en blanco
que hable sobre ti.
(...)
Lagarto Amarillo- Sobrevuelo- Que la suerte te acompañe, 2004
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¿Para cuándo una nueva entrada, Sr. "..."?
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