viernes, 5 de junio de 2009

Condenada vida. Condenada que no eternizas césped ni juegos de mesa ni paseos por el caos. Condenada que no perpetuas mesas en las que sentarse en torno a una jarra de cerveza que nos lleva a quejarnos de lo puta que es la vida. Condenada, que no retienes noches de balcón ni de piscina, ni siquiera viajes de ida y vuelta al territorio donde duelen los carrillos. Egoísta, que te llevas juergas y noches de alcohol en las que se fraguan deseos de perdurabilidad. Sucia, que le imprimes un carácter fugaz a horas de confesiones importantes que acaban rozando la intrascendencia más absoluta.

Gracias por no dejarme reír eternamente, mezquina. Gracias por dejarme disfrutar de tantos y tantos segundos de su compañía. Gracias por dejarme recordarlos, el resto depende de mí.

La gente se expone a ti, ruin, desde tres miradas. Quienes TE joden, quienes siguen a los que TE joden y quienes, en un afán por ser el más egoísta, quieren joder a los otros dos grupos para elevarte a TI. Yo no sé dónde colocarme, yo quiero dejar de hablar de mí, porque se me adivina a la legua de qué pie cojeo. Al fin y al cabo eres tú la que nos miras en silencio. Nunca hablarás, para que así seamos nosotros quienes dejemos que esto ruede hasta quemarnos vivos o muertos y mientras, te sigamos echando en cara todo a ti porque es lo más cómodo.

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