lunes, 27 de abril de 2009

Un poco de todo...



De primero, una parte del reportaje de El País sobre el 70º aniversario del fin de la Guerra Civil. Es un capítulo que, por quizá ocurrir al final de la guerra o por el olvido institucional en democracia, nadie recuerda. Ahí va, un poco de historia sobre el Stanbrook y todo lo que ocurrió en el Puerto de Alicante:


"El último pedazo de la II República
20.000 perdedores de la contienda se concentraron en el puerto de Alicante para huir de Franco. - Sólo 3.000 lo lograron, y una docena optaron por suicidarse.


Natalia Junquera- 1 de abril de 2009

De todas las historias que pueden contar los que sobrevivieron y de todos los relatos que han podido reconstruir las familias de los que no lo hicieron, hay una capaz de concentrar todo el horror de 32 meses de Guerra Civil y anticipar todo el que continuó en la paz de los vencedores. Ocurrió en Alicante hace 70 años.

Franco ha ganado la guerra y la mitad de España trata de escapar de sus garras por la única salida que queda: el puerto de Alicante. Algunos han logrado irse en barcos durante los primeros 15 días de marzo. Pero los vencidos de última hora, los que más tiempo han tardado en asumir la derrota, se encontrarán en Alicante.

Cerca de 20.000 hombres, mujeres y niños deshechos extienden una alfombra tupida de hambre y miedo sobre el puerto. No cabe un alfiler, no se ve un trozo de suelo. Confían en esos barcos que la República ha apalabrado con Francia y Reino Unido para evacuarles. Pero para entonces, ya han empezado a reconocer al Gobierno de Burgos y las palabras se las ha llevado el viento. El único barco que saldrá de Alicante será el Stanbrook, un viejo carbonero inglés con capacidad para 24 tripulantes pilotado por un galés desobediente que se convertirá en un héroe. Iba a recoger naranjas, tabaco y azafrán, pero zarpó rumbo a la colonia francesa de Orán (Argelia) con cerca de 3.000 republicanos a bordo. La mayoría, con las manos vacías.

"La cola para embarcar era impresionante, había miles de personas. Pasaban las horas y temíamos no poder subir. Mi padre había estado en el frente así que para nosotros huir era cuestión de vida o muerte. Recuerdo perfectamente cómo después de muchas horas de espera el capitán Dickson me cogió por fin en brazos y me aupó al barco", relata Helia González, una de las afortunadas niñas del Stanbrook. Tenía cuatro años, "pero hay cosas que son imposibles de olvidar". "El capitán le daba la mano a cada pasajero al subir", recuerda Helia, que pasó las 24 horas de travesía sin soltar la de su padre -"me daba pavor perderme entre aquella masa de gente"- , pegada a su madre, a su hermana, y al único equipaje que llevaban para su otra vida: "Un maletín de 40x30 centímetros en el que mi madre había metido una muda de ropa interior, una sábana, pañales para mi hermana y unos cubiertos de plata que, por supuesto, no vendió a nadie porque nadie pudo comprarlos".

"Nada más salir cayeron bombas en el lugar donde había estado el barco", recuerda. "Al oír la explosión, el hombre que viajaba a nuestro lado se asustó tanto que se tiró al mar. Su bota golpeó a mi madre al caer. Fue terrible".

Las tropas italianas y las franquistas comenzaban a ocupar también Alicante. Mientras, miles de republicanos seguían llegando al puerto, convertido ya en una ratonera. Entre ellos, Carmen Arrojo, que entonces tenía 20 años. Había llegado allí con su padre, su hermano y su novio desde Madrid. No sabían a qué país conducían aquellos barcos que esperaban, ni les importaba. Pero el único que verían lo enviaba Franco. "Por un megáfono nos dijeron que tiráramos nuestras armas y que, o nos rendíamos a las cinco, o nos ametrallarían. Cuando fui a tirar mi pistola al mar, vi a un hombre corriendo a toda velocidad hacia mí. No sabía lo que iba a hacer, pero se tiró al agua. No pudimos hacer nada", recuerda Carmen.

Había llegado al puerto pocas horas después de que zarpara el Stanbrook. "Era un hervidero de caras chupadas por el hambre y el cansancio. En una esquina se reunían los de la UGT, en otra las mujeres antifascistas... A las dos de la tarde llegó el barco de Franco". A sus 90 años, Carmen confiesa que aún escucha los sonidos del horror que invadió aquella alfombra humana durante las tres horas que siguieron hasta agotar el plazo de los vencedores. "Delante de mí, un hombre se rebanó el cuello con una navaja. No olvidaré nunca aquel grito espantoso de una de sus hijas. Tuvieron que dejarle allí. La niña se tiró por el hueco de la escalera en cuanto llegó a la cárcel".

"Hay un parte del general Gambara que habla de 66 suicidios, aunque otro posterior, los reduce a 12. Se apuntaban unos a otros, contaban hasta tres, y disparaban", asegura Enrique Cerdán Tato, escritor que ha dedicado casi 40 años a estudiar aquel episodio. Un barco semivacío, el Marítima, había partido de Gandía pocas horas antes. Su capitán, obediente, sólo había permitido subir a unas 40 autoridades políticas.

En Orán, las autoridades impidieron a los pasajeros abandonar la embarcación. Dickson logró que dejasen salir a las mujeres y los niños. El padre de Helia logrará reunirse con ellas después de que intercedieran por él unos familiares. El resto acabará en un campo de trabajo cerca de Marruecos y muchos morirán construyendo el ferrocarril transahariano. La familia se ganará la vida sustituyendo a la mitad de la compañía de teatro español, que se había ido a la España de Franco.

A los miles de republicanos que aguardaban en el puerto de Alicante los llevarán a campos de concentración. Al novio de Carmen lo fusilarán. Ella tardará muchos años en recomponer su vida y con 90 publicará: Lo que no se debe perder. Memorias de una republicana.

Y la Asociación Cívica de Alicante tendrá que devolver una subvención del Gobierno para levantar un monumento a aquellas víctimas porque el Ayuntamiento (PP) se negó a colocarlo. Siguen negociando."

Natalia Junquera- 1 de abril de 2009

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A continuación, una entrevista a Juan José Millás en el diario Información de Alicante. No es que sea gran cosa, pero lo que dice Millás me suele parecer interesante. En 20 minutos da una charla en el Aula de Cultura de la C.A.M. de Alicante:


Hoy hablará de las palabras, que, en su opinión, deberían estar protegidas por las normas que aplican los ecologistas a los animales. Y es que de palabras Juan José Millás sabe mucho. Por eso, el colaborador de INFORMACION, dice que el lenguaje se devalúa por el uso que hace de él la política. De eso hablará en el Aula CAM de Alicante, a partir de las 20 horas.

CRISTINA MARTÍNEZ La palabra, o más bien la escasez de ella, es el germen de muchos problemas.
A veces pienso que en el vocabulario habría que aplicar normas semejantes a las que los ecologista aplican a las especies animales. Cuando se pierde un escarabajo se produce una catastrófe, cuando se pierde una palabra también. Creo que cada vez se habla con menos palabras, la gente se expresa con menos términos y es muy difícil pensar bien escribiendo o hablando mal. Además, con frecuencia utilizamos palabras que entran en circulación y no sabemos qué significan. Nos despierta la radio con la tertulia, nos acostamos con la televisión, en la cama oimos la radio, estamos rodeados de palabas pero no sabemos cuántas tienen realmente significado. Hay una especie de devaluación del lenguaje por el uso masivo de palabras sin significado, algo que a veces viene de la política.

La literatura puede dar la palabra a mucha gente que no tiene voz o a problemas que no se abordan de otra manera.
Creo que la literatura de ser algo es la búsqueda del significado precisamente, la búsqueda del sentido de las cosas, porque en cierto modo la vida es absurda.

¿Cuál es la mayor diferencia entre sus textos de ficción y sus artículos de actualidad?
Son espacios distintos, sobre todo desde el punto de vista psicológico. Uno no se enfrenta igual a un artículo o a una novela. Pero fuera de esa disposición, el resto es lo mismo. Yo escribo con la misma pasión y con el mismo miedo una novela y un artículo.

Hablando de actualidad, ¿qué le parece el tema del Yak-42?
La actitud de Trillo es lo que contribuye a la ausencia de significado en el discurso político. Si hubiera sucedido algo similar a un ministro socialista, la que hubiera montado Trillo. Eso sirve para darnos cuenta del cinismo que nos rodea. No le podemos creer nada porque sabemos que no será verdad lo que dice.

¿Y qué tiene que decir de las declaraciones del Papa sobre el uso de preservativos en África?
Tengo la impresión de que algo se ha agotado. De que un modo de hacer política, religión y economía se ha agotado. ¿Cómo se puede ir a África y que tu mayor preocupación sea decir que no hay que usar preservativos? Es un grado de demencia de tal calibre que si estuviéramos despiertos habría producido un asombro mucho mayor, hay que estar muy mal de la cabeza para hacer eso. Pese a todo, tengo la impresión de que eso se ha acabado. No hay antisistema más eficaz que el propio sistema. Porque esto de que en Madrid el PP y el PSOE sean el diablo el uno para el otro, y en el País Vasco hagan un pacto va contra la razón.

¿Usted hubiera aceptado los trajes que supuestamente le han regalado a Camps?
No, evidentemente no. Uno tienen que llevar mucho cuidado. Pero creo que esto forma parte de la corrupción política que es lenta. Bermejo se va a cazar sin licencia y para llegar ahí has tenido que ir teniendo un proceso mental de hace meses por el que vas interiorizando que lo que afecta al resto de las personas no te afecta a ti. Cuando te envían siete trajes que no pagas es que tú ya has interiorizado que estás por encima de las normas. Y eso es progresivo. Llega un punto en que todo eso parece normal y cuando te pillan te sorprendes porque no hay conciencia de que te estás corrompiendo. En esas situaciones de poder uno tiene que ser absolutamente estrecho y no aceptar ni un ramo de flores porque es muy difícil saber cuál es el límite: un ramo de flores, un reloj, un traje... Frente a la duda, nada.

"El Mundo" fue su última novela. Después el libro de relatos "Los objetos nos llaman". ¿En qué trabaja ahora Millás?
Lo que tengo más avanzado es un monólogo para teatro que tiene mucho que ver con el texto que voy a leer en Alicante.

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Y la canción, de postre:

(...)
Quiero estar solo si solo todo estará bien.
Que nadie me hable.
Que no rompan este silencio, es mío
Hoy quiero sentir el frío.
Vértigo. Que el mundo pare y me separe del cansancio de vivir así,
harto de fingir excusas, musas
siento huir de mí, cosas que viví.
(...)
por una vez que el mundo calle
(...)

Nada ni nadie- Nach- Un día en suburbia, 2008

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