Hasta ahora, todo lo que el escriba redactó lo hizo bajo el influjo de las circunstancias acaecidas. Hoy no. Simplemente echaba de menos escribir. Y su anfitrión añoraba sus escritos (ya adelantamos que con el tiempo se llevarían bien). Ahora bien, nada de esto le era comunicado a su “invitado”- ya llamado así, qué le iba a hacer-, por aquello de no mostrar más de lo que quisiera. Quizá esta era la manera de ordenar las cosas, de solidificar, desechar y, finalmente, apaciguar o avivar ánimos. Quizá era la forma de dejar fluir todo sin “miedo a…”. Quién sabe.
Lo que sí que es cierto es que hoy el anfitrión sabe más que ayer, pero menos que mañana, y es algo que, por fin, no le agobia. Se queda con lo bueno que tiene, intenta aprender de lo malo y espera, sin más y como todo ser humano hace a lo largo de su vida, lo que está por llegar. Esto no es ninguna filosofía de vida. Qué va. Es algo así como un propósito de enmienda.
Una birra por los dos.
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(Sin vídeo, que no le da la gana)
Una racha de viento nos visitó
y al árbol ni una rama se le agitó.
La canción de que el viento se parara
donde nunca pasa nada.
(...)
Una racha de viento nos visitó
pero nuestra veleta ni se inmutó.
La canción de que el viento se parara
donde nunca pasa nada.
Mientras tanto pasan las horas,
sueño que despierto a su vera,
me pregunto si estará sola
y ardo dentro de una hoguera.
(...)
Se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas.
Se paró el aguacero ahora somos flotando dos gotas.
Agarrado un momento a la cola del viento me siento mejor,
me olvidé de poner en el suelo los pies y me siento mejor.
(...)
Una racha de viento nos visitó
y a nosotros ni el pelo se nos movió.
(...)
Dulce introducción al caos- Extremoduro- La ley innata, 2008
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